“El cielo es azul, la tierra blanca” editado por Acantilado es una novela ciertamente recomendable. Las novelas que vienen del lejano oriente suelen ser enormemente sugerentes. Nos atraen seguramente mitad por un cliché debido a qué está de moda, pero también por lo sugerente del mensaje, un mensaje de paz, tranquilidad, en medio de una tormenta velada oculta tras los convencionalismos que nos dominan. Vemos en ellas un medio de escape, de que otro modo de vida es posible, pero cada novelista nipón lo hace a su manera. Así como Haruki Murakami se refugia en lo fantástico donde la realidad es un trance onírico, Ryu Murakami lo hace descargando mordiscos punzantes de realidad, de esos que duelen. Son dos maneras de mostrar el mundo en el que vivimos. No tan distante – en realidad nada- del nuestro, en esta aldea global en la que nos escondemos.
En este caso Hiromi Kawakami tiene otra manera de hacer, más intimista. Lo que hace es mostrarnos una heroína moderna, una mujer, Tsukiko, que hace tiempo que sabe que las palabras no sirven para comunicarnos entre humanos y conducen inevitablemente al silencio. Así como nosotros nos resistimos a asumir – en público -que la soledad es inevitable en Oriente ya parecen tenerlo añadido al subconsciente colectivo.
Tsukiko tiene 38 años, triunfadora en la vida pues tiene un buen puesto en un trabajo que en ningún momento es citado, en realidad se siente sola, brutalmente sola, una soledad que se ve y se oye, sin posiblidad de acercarse a nadie, sabiendo que sentirá descargas eléctricas siquiera piensa en hacerlo.
En estas que aparece un viejo profesor suyo, al que llama continuamente Maestro, no por su nombre de pila, cosa que solo hará cuando sea demasiado tarde. Este poderoso personaje masculino, sexagenario, que jamás se encorva, camina recto y que transmite una paz interior admirable, le hará sentirse viva, útil socialmente. Le hará ver que el también fue joven, que él también sintió esa congoja de vivir propia de las almas jovenes e inexpertas, que estuvo casado y no supo ser feliz ni aceptar a los demás aunque fueran de difícil trato. Vivirán una historia de amor estilo “deseando amar” de Wong Kar-way, con momentos en que no se sabe si soñamos todos juntos o todo es verdad, un quiero y no puedo a resultas de la educación y las convenciones transmitidas de generación en generación.
El libro es ameno, entretenido, a veces gélido para el lector occidental que no entiende qué les impide gozar algo de la vida, como si gozar – querer gozar – fuera justamente lo que impide gozar. No es una maravilla de libro, pero contiene un mensaje bello y necesario: de lo difícil que es no sentirse aislad@ en un mundo en el que ser feliz es una obligación. De cómo dependemos del azar para que éste nos mande a alguien que meta la mano desde fuera de nuestro oscuro mundo, y ¡zas!, no saque de él.